"El Estado debería estar dispuesto a reducir la carga tributaria del IR de los miembros productivos de este 'ejército'", señala el presidente de la Asociación Peruana de Seguros.
Alfred Marshall, padre de la teoría económica moderna, fue uno de los fundadores de la revolución marginalista. Sus ideas nos permitieron entender cómo la gente toma decisiones.
Por ejemplo, los consumidores van a dedicar tiempo a explorar precios de bienes o servicios alternativos en tanto el potencial ahorro sea suficientemente alto para que se justifique. Uno no compra la primera casa que visita, y si la plata no te sobra buscarás en varios sitios antes de comprar el paquete de pañales.
La acción de este consumidor es central para el funcionamiento de la competencia en los mercados. La competencia requiere información sobre las diferentes características de los diferentes productos, y entre ellas la más importante es el precio.
A ese consumidor que busca dónde se está vendiendo el producto que quiere al mejor precio se le llama consumidor marginal. Él está ejerciendo el poder –aparentemente invisible– de decirle a los productores que su precio es el incorrecto y por eso se cambian al producto del competidor que está más barato.
Si no existiese ese consumidor marginal tendríamos sectores poco competitivos, malos productos o pésimo servicio. Pero así como existe un consumidor marginal, también existe el contribuyente marginal.
La tarea que tiene es bien simple: ser el brazo activo de la Sunat en vigilar que todos los comercios nos entreguen comprobante de pago. Para la Sunat esta tarea de microvigilancia es demasiado cara de implementar.
Es mucho mejor que un grupo de contribuyentes tenga una clara motivación de cumplir esta tarea. Esa motivación es conseguir suficientes recibos como para no tener que pagar más impuestos. Es cierto que la mayoría de nosotros no tiene el músculo de “supervisor Sunat” muy desarrollado.
Si nos hacen esperar 3 minutos para darnos la boleta, nos damos media vuelta y nos vamos. Si nos dan un papel que parece boleta de venta pero no incluye el RUC del establecimiento, ni nos damos cuenta.
De repente, necesitamos generar poco a poco estas capacidades y en lugar de pasar de un año a otro de un umbral de 7 UIT –que automáticamente descontamos de nuestras obligaciones tributarias– a uno de 4 UIT, podríamos ir reduciendo dicho umbral año a año para que vayamos tomando práctica.
El ser formal debería tener beneficios. El principal debería ser que quien pague impuestos (IGV, renta) no compita con otros que no lo hacen. Por ello, el reclutar este “ejército de supervisores” permite castigar a esos establecimientos que no nos dan boleta para no pagar IGV, o nos dan una con la misma numeración mil veces.
Esos establecimientos deberían colgar un cartel que diga: “Aquí se da boleta para que pagues menos impuestos”.
El Estado debería estar dispuesto a reducir la carga tributaria del Impuesto a la Renta de los miembros productivos de este “ejército”, porque su esfuerzo permite aumentar la recaudación del IGV. Obviamente, la gente hará números y no todos calzarán con el puesto de “contribuyente marginal”, pero bastará que muchos se sumen para que el mensaje sea transmitido.
Explicado así, creo que muchos más estarán de acuerdo en esta tarea pendiente en la economía peruana.